¡Hola! Soy Rosalía

¿Quieres saber qué hay detrás de mi voz?

Mi historia...

«Tú no, Rosalía», me decía la profesora con siete u ocho años cada vez que llegaba mi turno, tomaba aire y me disponía a hacer lo que más me gustaba entonces: leer, leer en voz alta, en público. Era el «premio» con el que aquella mujer castigaba mis pasiones infantiles como recompensa a mi «capacidad para la lectura y la expresión oral», decía. «Tú no necesitas practicar».

Terminé el colegio acompañada por aquella especie de pueril frustración y atajé el bachillerato empeñada en leer, aprender idiomas, explorar la historia y, sobre todo, soñando con ser actriz. Pero el destino, siempre tan inoportuno, arrastró en cambio mis pasos hasta las aulas de Derecho y Dirección de Empresas. Tenía que estudiar «algo con salida», una carrera «de verdad», con la que ganarme la vida. Después, si eso, ya seguiría con mis fantasías de interpretar y perorar.

La carrera, al menos, me sirvió para poder recitar temas y artículos (infumables) en voz alta. Eso a mí. Pues, a mis vecinos, les valió igualmente para aprenderse (queriendo o sin querer) las ramas del Derecho, a base de escucharme días y días canturrear apuntes. Eso sí, disfrutaba con los exámenes orales, me daban pie a sacar las ansias de comunicar que me corroían por dentro. Exámenes orales y presentaciones eran la isla verde en la que solearme entre el pétreo mar de rigidez universitaria. Hacía lo posible por unirme al grupo al que nadie quisiese ponerle voz y me lanzaba a hablar en público. Incluso a cantar. Participé en varios actos benéficos interpretando desde Mecano a Raffaella Carrá; con más desvergüenza que afinación, claro está. Pero, aún así, llegué incluso a ganar un primer premio ante un —nada desdeñable— público de mil espectadores.

El marketing fue mi sector de despegue empresarial, pasé entonces por la atención al cliente, luego la venta, contabilidad… Hasta que eché a volar: con los ahorros de cinco años de trabajo, consagré enteramente los tres siguientes a recorrer el mundo. Como único objetivo: aprender y crecer como persona. Una experiencia reveladora en todos los sentidos que, ante todo, me mostró las capacidades brutas que todos tenemos sin siquiera sospecharlo. Talentos innatos que, en el correr diario por el sendero marcado de la vida, no somos capaces de identificar y explorar. De saborear. De gozar.

Así pues, con los pies ya fuera del tiesto, el viaje comenzó a susurrarme que mi voz podía aportar algo a los demás. Propios y extraños me hicieron comprender que las ondas de mis cuerdas podían sosegar y animar a un tiempo, que podían relajar y motivar… Comprendí que mi voz emocionaba. «Tienes una voz muy bonita», me decían unos y otros, «aprovéchala».

Y les hice caso. A ellos y a la voz que me susurraba al oído, pues, de no haber emprendido aquel viaje y salido de mi zona de confort, ahora mismo seguiría dedicando mi tiempo laboral a «algo de verdad», parcheando cada día mis verdaderas ilusiones para intentar silenciarlas. Sin embargo no es así… Aquí estoy liberando mis pasiones como el agua represada que rompe el muro que las aprisiona. Aquí estoy aprendiendo cada día, reinventándome y poniendo el alma en mi voz, para que cada palabra que dibuja mi garganta traspase la frontera de las emociones, llegando directa al corazón del escuchante.

La voz conmueve, seduce, enamora y libera...

Formación vocal y narrativa

Algunos de mis trabajos

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